Buscando información sobre Jeff Tweedy después de enterarme de que viene por Madrid, he ido a dar con el siguiente vídeo de Lawrence Lessig:
Para que practiquéis un poquito el inglés.
Buscando información sobre Jeff Tweedy después de enterarme de que viene por Madrid, he ido a dar con el siguiente vídeo de Lawrence Lessig:
Para que practiquéis un poquito el inglés.
No pensaba publicar nunca esto ya que no es más que una chorrada hecha en época de exámenes para distraerme un poco pero, viendo cómo está el patio, en el que a cualquiera le pagan por dibujar monigotes sin gracia en viñetas sin inteligencia, tampoco tengo un futuro muy negro a pesar de mis evidentes carencias pictóricas.
Una tarde de finales de verano. Acabo de salir de un examen de la asignatura x de una Ingeniería en Pito del Sereno. El ejercicio era tan aburrido que hasta el profesor daba descomunales bostezos con cadencia rítmica: un infierno de geometrías retorcidas, integrales triples, laplacianos y demás ralea en la que nada se simplificaba. Había intentado estudiar, pero los apuntes eran tan plomizos que me entró la típica irrefrenable vena literaria de los días de estudio: tenía cientos de cosas de escribir y cada vez que levantaba la vista de la mesa encontraba un montón de libros interesantes que leer. A trancas y barrancas conseguí avanzar por el temario hasta el día del examen. No iba con una excelente preparación, aunque sí con unos conocimientos suficientes para aprobar sin problemas. O eso creía.
Aquellas cuatro hojas eran una tortura. Tres horas escalando el K2, asegurando punto a punto, notando cada vez más la falta de oxígeno. ¿Desde cuándo era ése el centro de mi vida? ¿En qué momento la lectura, la música, la conversación han pasado a ser algo secundario? ¿Para qué coño quería ser ingeniero? Al menos cinco años de dura carrera para llegar a un duro mercado laboral con sueldos a la baja. ¿Y para qué? ¿Para qué?
Salgo de la Escuela hundido, con la sensación de estar atrapado en una vida absurda. Sin ambargo, parece que nadie se ha dado cuenta aquí fuera. Es más, diría que al responsable se la ha ido la mano con la paleta de colores: el cielo azul intenso, completamente despejado; árboles frondosos de un verde brillante; hasta el ladrillo de los edificios parece más naranja que de costumbre. El sol roza cálidamente mi piel. Sí, aquí fuera es verano. Me enchufo los cascos intentando encontrar la respuesta a mis dudas en una canción, pero hoy ni eso es consuelo.
De un parquecillo lateral surge una chica que camina unos metros por delante de mí. Lleva blusa azul y una ligera falda blanca larga. Camina, y con cada paso de su cimbreante cadera la falda se sacude, oscilando suave y firmemente. Un, dos, un, dos. Su falda marca el ritmo de la música, del murmullo de los árboles. Todo el mundo, durante unos segundos mágicos, late en armonía al ritmo de sus caderas. No hay más preguntas.
Lo juro por Maxwell. De verdad que había vuelto con ganas de darle un poco de vida al blog, pero el asunto se ha puesto realmente complicado. Sé que no es excusa, porque con un poco de organización debería darme tiempo a cumplir con mis obligaciones y tener algo de tiempo para mis tonterías. Sin embargo, fijaros si está mal el tema que no pude ir al concierto de Mogwai del domingo pasado, decisión de la que me arrepentiré por los siglos de los siglos, o al menos hasta que vuelvan a tocar por aquí.
¿La causa de esta pena? Me encuentro ante las mismísimas fauces del infierno y cada día es una lucha por no caer en ellas y ser deglutido. Otras personas lo llaman “primer cuatrimestre de tercero de teleco” para suavizar un poco, aunque viene a ser lo mismo. Sobre todo si se suma el factor “no he hecho una mierda de libre elección” y se decide hacer nada menos que 16 créditos de dicho formato. Con dos cojones. Resultado: diez asignaturas de las cuales hay que llevar al día nueve bajo la amenaza de la evaluación continua. Y la fiesta no ha hecho más que empezar.
Dicen que el comienzo de cuarto es todavía más divertido, pero con un poco de suerte pongo tierra de por medio y la cosa me pilla en tierras galas haciendo el Oracio Holiveira.
Llevo un par de semanas huyendo del departamento de señales. Me querían clavar un falo de 4,88 centímetros de radio y yo insistía en que no me cabía. Venga, tonto que te va a gustar. Si es que ese no es mi rollo... al final les he convencido para que me dejaran en paz. Ya me las prometía muy felices, creyendo que iba a pasar a la tercera fase a tope de vidas y con una seta, cuando por la espalda se han acercado los del MAT y en un descuido me la han metido doblada. Y, claro, después de toda la dilatación previa y la vaselina que llevaba encima el asunto ha entrado causando dolor pero sin grandes dificultades.
Sé que os he tenido completamente abandonados desde hace más de un mes. Unas veces por imposibilidad, otras por desidia, otras por tener asuntos más urgentes que atender, el caso es que no publico nada desde principios de agosto. Pero ya me reincorporo.
Empiezo anunciando la creación de un nuevo blog, abierto a la colaboración de otros indeseables, dedicado al egregio Juanjo Sáez:
No es nada personal. O sí. Este verano, tuvimos la suerte de conocer el trabajo del reputado dibujante underground de la escena barcelonesa gracias a su participación el la Revista de Agosto de El País. Durante todos y cada uno de los 31 días del mes, gasté unos segundos de mi tiempo en la viñeta de Juanjo Saéz. No empezó con muy buen pie, pero no perdí la fe y, cada uno de esos días, esperé encontrar algo mejor. No era humor, no era inteligente, no ofrecía una prespectiva perspectiva distina, no hacía reflexionar. ¿De qué rayos iba aquello?
La respuesta, intentaremos encontrarla poco a poco.
En estos tiempos de alianzas AMD-Ati, las dos grandes del sector no se podían quedar con los brazos cruzados. Hace tiempo se hablaba de la plataforma "de facto" que formaban Microsoft e Intel. Ahora, tras años de desarrollo conjunto en secreto, por fin se puede observar el fruto de tanto esfuerzo: una maravillosa obra de ingeniería que revolucionará el mundo de las TIC. Y eso que es sólo una primera versión del prototipo.
Señoras y señores: en exclusiva, para todos ustedes, el futuro, hoy:
Disclaimer: Esto es una obra de ficción. Cualquier parecido con personas o hechos reales es pura coincidencia. Por supuesto, yo no soy yo. O yo no es yo. Yo es el que firma los artículos.
Día -1
La noche anterior a la partida me quedo escribiendo una carta hasta las tantas de la madrugada y me rebano la yema del dedo plegándola. ¿Tiene esto interés para el lector? Lo dudo. Pero puede servir como introducción desconcertante. Y no veáis cómo escocía la herida, tanto física como espiritualmente.
Día 0
A pesar de que el autobús sale a las doce, casi lo pierdo. Llego sudando después de media hora de carreras por la calle y los pasillos del metro para conseguir subirme un par de minutos antes de que cerraran las puertas. En mi asiento hay una chica bastante guapa; trato de explicárselo -que se ha sentado en mi sitio, no lo buena que está; supongo que es plenamente consciente de lo segundo- lo más educadamente que puedo, aún sin resuello y con goterones resbalando por mi frente. Ella se quita disculpándose, como no había nadie... y se va un par de filas más allá, dejándome dos asientos para mí; sin compañía en un viaje de seis horas. No sé si aguantaré tanto tiempo callado. Da igual. El autobús arranca y ya nada puede separarme del FIB. Mierda, me he olvidado de echar la carta.
Al filo de las seis de la tarde desembarco en Benicàssim y en apenas una hora consigo llegar a mi camping. Ya tengo la tienda plantada, y bebida para ponernos a tono. Entre montar el toldo que he llevado, organizar un poco las cosas y trago va, trago viene, nos perdemos al Señor Mostaza, y mira que unos cuantos teníamos ganas de verle en directo. En vista de que, con permiso de Tom Verlaine, no hay ninguna actuación interesante hasta los Sunday Drivers, pasada la medianoche, decidimos reservar fuerzas y seguirnos tajando tranquilamente mientras se pone el sol. Y aún llegaríamos apurados a los toledanos. Como todavía no he canjeado la entrada por la pulsera, Juani y yo nos adelantamos, temiendo que haya cola. O esa era la excusa. Consigo pulsera en un par de minutos y, después de esperar infructuosamente a que lleguen los demás, dejamos, con gran dolor para el corazón y alivio para nuestros hígados, la mitad del alcohol en la puerta para pasar a los diez minutos de concierto. Llegamos mientras entonan Only In The Dark Days, sorprendiéndonos con el acompañamiento de la orquesta de cuerda. Concierto correcto, sin mayor novedad, con su Little Heart Attacks malamente coreado por el público -es lo que tienen estos macrofestivales llenos de guiris que desconocen la cultura local- y On My Mind como colofón. Aprovechamos el final para reintegrarnos en la vida grupal y conocer un poco el recinto; en particular, los baños y dónde conseguir cerveza. De nuevo hay tiempo muerto hasta que toquen Scissor Sisters a las tres de la madrugada, empleado en mantener la zorra -que a estas alturas es considerable- y tomar contacto con la pista pop, refugio de buena música.
Nos volvemos a separar Juani, el Canario y yo para ver a las hermanas, que han colgado unas gigantescas tijeras luminosas en el escenario con las que amenazan destrozarnos. Afortunadamente es así, y bailamos imparables tema tras tema. Mediado el concierto, ya se le ha acercado una inglesa a Juani: rubia, metro setenta... por metro setenta; realmente poco agraciada. El resto nos burlamos sin mucho disimulo mientras él le da largas diplomáticamente. Poco después noto que alguien me toca el pelo. Me vuelvo esperando encontrar a cualquier conocido que me haya localizado por mis rizos, pero resulta que es una guiri subida a hombros de un calvo. Sonrío y sigo bailando. Quizá fue un simple roce en pleno éxtasis danzante. Pero no, segundos más tarde me acaricia el pelo y el calvo me asegura que le gusta mi pelo. Que a ella le gusta mi pelo, quiero decir;el alopécico no llegó a manifestarme su opinión. La miro con nuevos ojos y, tal vez sea la descomunal curda que he estado trabajando, parece que la chica está bastante bien hecha. Medidas normales, dos ojos, dos agujeros en la nariz, la cantidad de apéndices y extremidades que caben esperar -ni menos ni, juraría, tampoco más-. El calvo vuelve a interceder y dice que le molo. She fancies you. Según el diccionario de Cambridge: “MAINLY UK INFORMAL to be sexually attracted to someone”, la frase no tiene muchas interpretaciones. Sólo dos: o la guiri me quiere truñir o el calvo me está vacilando. Tranquilo, será lo segundo. Sin embargo la chica desciende al nivel del suelo y acaba bailando a mi lado. Mis amigos han desaparecido del horizonte. ¿Es hora de meterle mano? ¿Aunque sólo sea un poquito? Hasta ahora ella ha llevado la iniciativa... cualquier persona sensata acabaría la frase con “...así que ya es hora de que dé yo un paso al frente”; en cambio, mi razonamiento dice “... y la cosa tiene buena pinta, así que puede seguir llevándola ella”. Inmerso en estas cuestiones filosóficas, Scissor Sisters se ponen a asesinar el Comfortably Numb de Pink Floyd y, cegado por la alegría, me voy a abrazar a Juani en una rápida escaramuza y vuelvo a mi posición. Me reconcilio con la canción. También me doy cuenta de que estoy demasiado cocido para mantener una conversación con un mínimo de coherencia. No digamos ya en inglés.
Acaba el concierto y voy a ver qué hacen las amistades. ¿Nos vamos? La gente comienza a retirarse, de modo que intento volver con mi inglesa a aclarar definitivamente el asunto. Sin embargo, otro síntoma del lamentable estado etílico agudizado por las altas horas de la noche: soy incapaz de distinguir un elefante a dos metros; no digamos ya una sílfide como la que yo estoy buscando. Adiós a la traca final de fin de fiesta. Quién sabe, quizá sea esa morena que hay cerca de un calvo besando a un maromo descomunal; quizá dejé a la mujer destrozada, con dos palmos de narices cuando creía que ya me tenía en el bote. Desde luego, no era mi intención.
Viendo que por ese frente tengo poco futuro, vuelvo a encontrarme con quienes no me van a dejar tirado. Otra ración de pista de baile, hasta que ya no nos aguanta el cuerpo y nos vamos a dormirla al campamento. Casi las seis de la madrugada. Tropiezo con cada viento que se interpone en mi camino. En nuestra tienda Saleroso IV nos da la bienvenida relinchando.
El viernes pasado, como estaba anunciado, actuaron los Fast Drink Boys en Aranjuez. Así que me fui para allá, a pesar de la distancia y el cansancio mortal de tantos exámenes y de haberlos acabado aquella misma mañana. Fijaos si estaba cansado que, en lugar de ver a la selección española, me eché la siesta. Con lo que a mí me gusta el fútbol. El caso es que al caer la tarde estábamos dando vueltas por Arancity buscando el tugurio donde tocaban.
Unas copas después, con media hora de retraso, como los profesionales, el cantarrista se subió al escenario para desgranarnos sus mejores composiciones. Cualquier persona en su sano juicio saldría del paso con un par de halagos superficiales y poco comprometedores, pero parece que, a costa de practicar -y exigir- cierta honestidad brutal, me toca el papel de House y he de ser sincero. Manos a la obra. Me sorprendió realmente el tono llorón de las canciones. Ahora entiendo mejor algunas de las inclinaciones musicales de Juani; y me lleva a insistirle en que escuche a Leonard Cohen, llorón sobón por excelencia. La letra de la canciones me costó realmente seguirla, tan solo capté algún fragmento de algo parecido al inglés entre ululares y fonemas inconexos. El sonido del sitio tampoco ayudaba mucho. Y, una vez repartidos los palos que se esperaban, solo me queda decir que me gustó, siendo una escucha tan mediocre. Las canciones estaban bien elaboradas, tenían distintos matices y llegaban. Quizá en algún momento abusaba de los mencionados ululares, pero también puede ser debido a la pobre ecualización.
Uno, al que le gusta la música pero es incapaz de crear nada, aprecia el valor que tiene. Más todavía subirse (sí, hombre, subirse ahí arriba) y defenderlo. No como estas chorradas que uno escribe desde la seguridad del teclado, sin ver la cara del que lee. Quizá nos podamos asociar: yo escribo letras en la sombra y el las canta. No creo. Nunca he tenido sentido del ritmo como para hacer poesía. De crear figuras mejor ni hablamos. Volvamos, que me desvío mucho. Soy tan egocéntrico que me pongo a criticar a otros y acabo hablando de mí.
Acabó el artista invitado con una creación psicodélica digna de cualquier auténtico artista suficientemente drogado. La atmósfera quedó algo melancólica después de ver al hombre exhibiendo su corazoncito y otros órganos en el escenario. Sin embargo, era noche de fiesta, de drogas y rock and roll. Al poco, como sin querer, empezaron a sonar los acordes de Where is my mind?, mientras los miembros de Fast Drink Boys iban subiendo de uno en uno a la tarima en una cuidada puesta en escena. Qué bien suenan los Pixies con seis cuerdas y un cantante. Desgranaron todo un repertorio de grandes canciones de ayer y hoy, de Berry a Interpol, de los Ramones a los Strokes. Y con la colaboración especial de Alejandro versionando a los Doors. Esta vez hubo bis y todo para llegar a un total, si no me fallan las cuentas, de catorce canciones que el público asistente bailó y coreó entregado.
Does anybody here remember Vera Lynn?
Remember how she said that
We would meet again
Some sunny day?
Vera! Vera!
What has become of you?
Does anybody else here
Feel the way I do?
Verano
Aquel año el verano había empezado pronto. Allí estaba él, con unos pantalones que se le pegaban al cuerpo a causa del sudor y que no podía evitar pisar al andar. Había salido por aquel barrio con la ilusión de encontrarla y fingir un encuentro casual. Le había costado grandes esfuerzos llevar a la pandilla hasta allí y por eso, cuando decidieron irse a otra parte, él, que ya había perdido la esperanza de verla, dijo que no, que se iría casa, que no se encontraba bien. Y era cierto: tenía un nudo en el estómago, y una profunda desazón en el corazón, que latía de forma irregular.
El eco de sus pasos en la noche madrileña era su única compañía. Siempre le había gustado caminar, y aquella calidez de los primeros días de junio invitaba a disfrutar de la noche. Su pensamiento voló lejos, hasta imaginar qué hubiera pasado de haberla encontrado. Inconscientemente, aceleraba la cadencia de zancada. Hola. Hola ¿qué haces tú por aquí? Pues es que había venido con unos amigos por aquí a tomar algo y tal... pero al final se han cansado y yo... eh, bueno, el caso es que he decido volverme a casa... No le iban a dar un Nobel por semejante disertación, pero era mejor que quedarse callado, como la última vez.
Últimamente siempre había una última vez de la que arrepentirse. Arrepentirse, no de lo que había hecho o dicho, sino de lo que había dejado de hacer o de decir. Y entonces se repetía que la próxima vez no podía cometer el mismo error, que, aunque fuera una estupidez, tenía que decir algo… ¿Qué haces por aquí? Es que habíamos venido buscando un bar para tomar algo, pero no hemos encontrado el que pretendíamos y los demás se han ido para otro lado y yo me he vuelto a casa. Aquello ya iba teniendo algo más de sentido. No era una virguería lingüística, pero al menos no estaba plagada de inconexiones.
Era increíble la capacidad de aquella chica para desconcertarle. Cierto que nunca había tenido una gran facilidad de palabra, pero es que su sola presencia le hacía temblar de la cabeza a los pies y le entorpecía la lengua como un frío polar; en su mente, de natural racional, las ideas entrechocaban y rebotaban, confundiéndose, saturándola, haciendo imposible expresar cualquiera de ellas, pues no había forma de distinguirlas. Solo al cabo de un rato conseguía ordenarlas y ver que sí, que tenían sentido, y que no, no eran tan absurdas. Al menos, no tan absurdas como quedarse mirándola, fijamente, sin abrir la boca, después de estar todo el día deseando que se acercara para poder entablar conversación sin levantar sospechas. ¿Sospechas? ¿Qué sospechas? ¿Y qué si sospechaba? Pues mejor. Es más ¿Cómo podría ella no imaginar nada? Aquella fijeza en la mirada, aquella predisposición a realizar todos sus deseos, aquella forma de quedarse callado, tan diferente a las demás… ¿Sería ella capaz de percibir estas sutilezas? Le sonaba haber leído algo acerca de “la química del amor”; todas aquellas moléculas por ahí pululando tenían que ser percibidas por la persona que las provocaba de alguna manera; aunque fuera algo muy primitivo, casi animal. Y si no, siempre quedaba el instinto femenino, aunque eso sí que escapaba completamente a su comprensión de hombre. “Hay que ser muy cínico para no enterarse cuando le gustas a alguien”, había oído alguna vez. ¿Quién lo había dicho? Quizá fuese en una película… ¿Qué haces tú por aquí? Buenas noches. Estoy aquí porque había venido a tomar un tentempié con unos amigos en un sitio cercano, pero ellos han decidido irse al centro y, dado que a mí no me apetecía, estaba volviendo a casa dando un paseo…Vaya, el discurso navideño del rey era más divertido.
A decir verdad, su vida en general era bastante aburrida: sin sorpresas, sin grandes emociones… sin actividad apenas: su mayor ocupación era permanecer ocioso. Los días iban deslizándose lenta y dolorosamente, dejando un rastro de baba de caracol a su paso. Hasta que llegó ella. Entonces los días adquirieron sentido. Valía la pena salir de la cálida inconsciencia de la cama para enfrentarse al frío mundo exterior, porque allí vivía ella. Se dio cuenta de que él solo no podía conseguir todo lo necesario, todo lo que quisiera, porque precisamente lo único que de verdad necesitaba estaba fuera, en el lugar donde habitan el resto de las personas. ¿Cómo podía haber estado ciego tanto tiempo? Hacía años que se había encerrado en sí mismo, dispuesto a prescindir del contacto con la gente: no se podía confiar en ellos. Había entrado en su cabeza, atrancado la puerta y cerrado con llave. De vez en cuando se asomaba por la ventana para comprobar el estado de las cosas. Y ahora que quería salir, no encontraba la llave. Había olvidado cómo tratar con la gente, cómo mantener a flote una conversación. Naufragaba irremisiblemente en aquella tarea. Por eso en esta ocasión no podía volver a fallar... ¿Qué haces tú por aquí? Pues había salido a tomar unas tapas, en principio por aquí cerca, pero luego los demás han decidido irse a otra parte y yo, como no tenía un duro, me he vuelto. Aquello estaba bastante bien: sin muchas complicaciones, correcto, concreto... ¿No sería demasiado concreto? Tal vez no estuviera de más explicarse con mayor profundidad.
Desde luego, algo había obviado en su alocución hasta entonces: la sinceridad. En ningún momento había intentado expresar sus verdaderas motivaciones: no volvía a casa porque los otros se fueran a ir lejos, ni porque, cosa extraña, anduviera sin dinero. No. Regresaba porque, realmente, la única razón para salir de casa aquella noche era encontrarla a ella, poder contemplarla otra vez, embriagarse con su aroma, sentir aquel vértigo tan parecido a la felicidad... Pero todos estos posibles placeres habían desaparecido del horizonte. Solo quedaba regresar a casa y consolarse con sus recuerdos. ¿Qué haces tú por aquí? Te estaba buscando, contestaba él con voz grave mientras desplegaba una sonrisa seductora, irresistible. Ella no tenía más remedio que bajar la vista, azorada. ¡Oh, qué hermosa estaba cuando adoptaba aquella actitud del niño que ha sido sorprendido en una travesura! De pronto, el relámpago de una resolución cruzaba sus ojos, y se acercaba hasta él: pues aquí me tienes, y se acercaba más, tanto que él podía sentir su pulso, y lo miraba con picardía pero con dulzura y...
El bocinazo del coche le devolvió a la realidad. Ni él era un galán de Hollywood, ni aquello era una película sino en su cabeza; ella estaba a años luz de arrojarse en sus brazos.
Abstraído en sus elucubraciones, no se había fijado en el camino que tomaba. Sin embargo, a pesar de algunos rodeos, sus pasos le habían llevado a la calle de aquella en torno a quien giraba su pensamiento. Titubeó antes de decidirse a entrar. Era una calle igual que las aledañas, con sus aceras grises, casas apiñadas, pintadas todas de modo uniforme, coches a ambos lados. No se veía un alma. Podía tomar ésta como podía tomar la siguiente, o la anterior. ¡Qué demonios! Ya que había ido hasta allí, continuaría por la misma ruta. Haciendo sus vacilaciones a un lado, reanudó la marcha.
Los números iban aumentando lenta y cautelosamente. Nueve, once, trece... Desde la acera de los pares, vigilaba con recelo el otro lado. Quince, diecisiete, diecinueve... Ya se acercaba al final de la calle. Veintiuno, veintitrés... Por fin vio el ansiado portal. Lo miraba con cierta veneración. No dejaba de tener algo místico aquella cavidad oscura frente a la que había pasado tantas veces sin llegar a adentrarse. Lo miraba y se imaginaba a sí mismo saliendo, alegre, o despidiéndose de ella tras acompañarla a casa.
Por absurdo que resulte, buscaba algún indicio de que ella hubiera regresado ya. No sabía en qué piso vivía, así que fijarse en las luces no servía de nada. En cualquier caso, podía certificar que no estaba asomada a ninguna ventana, pues la habría visto. Se le ocurrió pensar que, como en el palacio de Buckingham, podrían izar la bandera cuando la reina estuviera dentro. ¡Menuda tontería! Se rió de sí, quedo. No... nadie sabía que él la había nombrado reina, aunque las hubiera más altas, más puras; nadie veía su corona de cristal. ¡Cuánta razón llevaba Neruda!
De pronto, le asaltó una idea que le levantó el ánimo: ella podía tanto haber llegado ya como estar todavía en camino. Dado que no había ninguna señal que inclinase la balanza hacia una de las dos opciones, las posibilidades bien podían ser las mismas. Fifty-fifty. Algo menos pesimista, cruzó al portal. Una puerta de hierro, sólida; entre los barrotes y a través del cristal creyó distinguir los buzones (¿tendría ella correo?); al fondo arrancaba una escalera. No había nadie.
Volvió a ponerse en movimiento; no estaba como para quedarse rondando. Aquello sí que hubiera necesitado explicaciones que él no estaba capacitado para dar. De repente, según se acercaba a la esquina del extremo de la calle, supo que ella bajaba, dirigiéndose hacia la misma esquina desde el otro lado. La palabra exacta, más que presentimiento, era presciencia. No, no era una invención más de su viva imaginación. Supo, antes de llegar a la esquina, que ella giraba en el mismo instante que él y sus cuerpos se encontraban. Nunca antes se había anticipado al futuro de aquella manera. No se detuvo. Siguió caminando, veloz, temiendo el golpe pero al mismo tiempo ansiándolo. Preparó su cuerpo para el encontronazo, y ya estaba ideando una disculpa cuando dobló la esquina, con los ojos cerrados ante la inminente colisión.
Nada. Desconcertado, abrió los ojos. ¿Le habría esquivado a tiempo? Ninguna persona aparecía en su campo de visión. Aguzó el oído. Definitivamente, estaba solo. Tendría que desarrollar más su “capacidad de presciencia”, pensó, porque como adivino no tenía mucho futuro.
Cabizbundo y meditabajo, perdida toda esperanza de verla, prosiguió en su vuelta a casa. ¿Cómo podría realmente haber creído...? Y sin embargo, por un segundo había estado seguro de encontrarla. ¿Por qué le jugaba su mente esas malas pasadas? Como su ánimo, el camino se hacía cuesta arriba.
Pasaba por detrás de una parada de autobús, cuando al otro lado de la mampara estalló una risa. Aquella risa... ¡Sí, era la suya! Esta vez no había duda, era ella. ¡Tenía que ser ella! Su corazón, aún reponiéndose de la última emoción, redobló en su caja torácica, pugnando por salir. Contuvo el aliento. ¿Y si de nuevo se equivocaba? Al fin y al cabo, todas las risas se parecen; más con lo excitable que estaba aquella noche. Pero habría jurado que... No quedaba sino seguir andando y despejar las dudas.
Pasó la parada y giró la cabeza.
-¡Pero bueno! ¿Qué haces tú por aquí?
Allí estaba ella. Vaya si estaba. Más guapa que nunca, con el pelo negro cayéndole sobre los hombros desnudos, apenas una camiseta de tirantes. Y con su sonrisa. Pero lo que realmente había desconcertado a nuestro hombre no había sido aquella visión, ni tan siquiera aquella imprevista pregunta; era que la pregunta provenía de otros labios, otra voz. Entonces se fijó: no estaba sola. Le acompañaba una chica. Más bien debía ser al revés: ella acompañaba a su amiga, a la espera de que llegase el autobús. Se fijó más detenidamente: la conocía.
- ¿Qué haces tú por aquí?- la pregunta aún estaba en el aire-.
- Bien -pensó con una sonrisilla de autosuficiencia-, ésta me la sé. Pues es que estaba con unos amigos...
Inexplicablemente, las palabras, tercas, se negaban a salir de su boca. Tan solo aquella media sonrisa que parecía decir “¿De verdad os lo tengo que explicar? Las dos lo sabéis de sobra”. Daba igual, tenía que decir algo. Cualquiera de las contestaciones pensadas por el camino valdría. Vamos, no podía ser tan complicado. La gente se pasa el día hablando ¿qué se lo impedía a él?
Pero, viendo que no obtenía respuesta, la amiga volvió a la carga antes de que él abriera la boca:
-¿Por qué no has venido con nosotras a la piscina?
¡Rayos! ¿Cómo iba él a saber que iban a la piscina si no le avisaban?
-Bueno, es que estaba en mi casa... -vamos piensa algo, se apremiaba-.
El problema era que no tenía razones para no ir; simplemente, no había ido porque no sabía que ellas fueran. De haberlo sabido, se hubiera presentado corriendo. Oye, algo así está bien, dilo.
- No sé –dijo-.
¿Qué? Perfecto, no sabes. La próxima vez que vayáis a ir avisadme, que no me cuesta nada acercarme, quiso decir. Pero todo lo que hizo su cuerpo fue aumentar aquella sonrisa idiota mientras la miraba, hipnotizado. Ella le devolvió la sonrisa. Él, deslumbrado, dio un pasito atrás que la amiga interpretó como un intento de retirada, ofreciéndole la huida:
- Bueno, pues nada, hasta… bueno, vas a la cena del viernes ¿no?
- Sí –afirmó, no supo si de viva voz o únicamente con la cabeza. Aunque antes hay que ir a ver las notas, así que me parece que nos veremos antes, agregó mentalmente-.
- Pues ya nos veremos –y, como si le hubiera leído el pensamiento, añadió-. Bueno, hay que mirar antes las notas.
Esta vez no fue capaz ni de afirmar con la cabeza. Su mente estaba completamente en blanco. Todas las ideas habían abandonado su cabeza, como las ratas huyen del barco que se va a hundir. Había vuelto a naufragar, sin una sola tabla a la que agarrarse. No había manera de seguir a flote.
- Hasta el viernes –se despidió la amiga-.
- Hasta luego –balbució él acompañándose de un ademán con la barbilla-.
- Hasta luego –dijo ella, despegando los labios por vez primera-.
Terminada la conversación, se dio la vuelta, dispuesto a continuar su camino a casa. Nada más girarse, la sangre volvió a circular por sus venas. ¿Cómo podía haber fallado? Si llevaba media hora planeándolo. Quizás la presencia de la amiga me desconcertó, intentaba justificarse. Dio un paso. No, aquello no era justificación suficiente. ¿Y si se daba la vuelta y lo arreglaba? Volvería a quedarse paralizado. Dio otro paso. Oyó una voz que decía “¡Imbécil!”. No se sabe si la voz provenía de su espalda o de su interior. Pero pensó que tenía razón.
5. adj. C. Rica. tonto (ǁ falto de entendimiento o razón).Y, claro, eso es una ofensa para ese pueblo del noroeste de la Península, concretado en la persona de Gonzo. La única reflexión interesante era que los académicos de la lengua, paradójicamente, no hablaran. Una pena cómo se escabullía el director, García de la Concha. Aunque, viendo el poco caso que hacía el reportero a los que opinaban sensatamente ante el micrófono, tampoco se le puede culpar al hombre.
6. adj. El Salv. tartamudo.
(...) el diccionario, al ser panhispánico, está obligado a dejar constancia de los usos generales, tanto españoles como americanos. Ni crea la lengua, ni puede ocultar la realidad que la lengua representa.De paso, como es costumbre, deja algún regalito
cuando descuido, ignorancia, demagogia y torpeza se combinan en política, sucede que en ésta, como en la cárcel del pobre don Miguel de Cervantes, toda imbecilidad tiene su asiento.Es que mira que la gente se llega a poner estúpida hasta la náusea con estas cuestiones del lenguaje. De vez en cuando hay que pararles los pies.
Sexual assault and abuse is any type of sexual activity that you do not agree to, including:Bueno, hasta ahí vale. Es parecido al concepto de acoso que tengo. Pero es que luego siguen:
- inappropriate touching
- vaginal, anal, or oral penetration
- sexual intercourse that you say no to
- rape
- attempted rape
- child molestation
Sexual assault can be verbal, visual, or anything that forces a person to join in unwanted sexual contact or attention. Examples of this are voyeurism (when someone watches private sexual acts), exhibitionism (when someone exposes him/herself in public), incest (sexual contact between family members), and sexual harassmentChupa del frasco. Tirarte a tu hermana también es delito (un tabú, no del todo absurdo, bastante antiguo). Incluso seguramente ir desnudo por la calle sea una agresión, sin ser especialmente deforme ni nada. Me suena (hasta ahora creía que era leyenda urbana) que hay estados en los que si te ven practicando el sexo en tu casa también puede ser ilegal, por no echar la cortina. Degenerado.
Never leave your drink unattended — no matter where you are. Date rape drugs make a person unable to resist assault and can cause memory loss so the victim doesn’t know what happened.
Lock your door and your windows, even if you leave for just a few minutes.
Be wary of isolated spots, like underground garages, offices after business hours, and apartment laundry rooms.
Avoid walking or jogging alone.
Never hitchhike or pick up a hitchhiker.
In case of car trouble, call for help on your cellular phone. If you don’t have a phone, put the hood up, lock the doors, and put a banner in the rear mirror that says, “Help. Call police.”
Más vivienda, más trabajo, ayudas a las familias | 82.55% (653) |
Retirar estatuas de Franco y de José Antonio | 1.64% (13) |
Reconvertir el Valle de los Caídos en un museo | 1.64% (13) |
Trasladar los papeles de Salamanca a Cataluña | 1.39% (11) |
Casar gays y lesbianas y darles niños en adopción | 5.69% (45) |
Darle a Polanco más emisoras y canales de TV | 1.39% (11) |
Sacar la religión de las calles y de las escuelas | 3.29% (26) |
Hacer homenajes a Santiago Carrillo y a sus amigos | 2.40% (19) |
Patria, palabra triste, como termómetro o ascensor(Pablo Neruda)